El corazón del vino
© Federico Oldenburg
Barcelona
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Visitar bodegas supone descubrir en primera persona los detalles y secretos de la elaboración del vino. Cerca de Madrid y Barcelona también las hay que abren sus puertas a los visitantes con sed de cultura enológica.

Para los viajeros que se aventuran a recorrer el mundo con el ánimo de descubrir la auténtica esencia de los lugares que visitan, el vino es un valioso tesoro, que sirve como argumento para acerarse a la naturaleza, recorrer viñedos, aprender sobre las distintas técnicas que dan lugar a esta bebida y conocer a sus mentores.

El auge del enoturismo es una lógica consecuencia de esta vocación curiosa y hedonista. Y afortunadamente lo cierto es que  algunos paraísos vinícolas se encuentran mucho más cerca de las grandes urbes de lo que podría suponerse. Valgan como ejemplo Barcelona y Madrid, que históricamente se han surtido de los vinos producidos en comarcas vecinas y aún hoy cuentan con viñedos próximos a su núcleo urbano. Y, por supuesto, también bodegas notables que bien vale la pena visitar, sin alejarse más de una hora del centro de la ciudad, como las que aquí mencionamos.

Alta Alella, viñas con vistas a Barcelona
Enólogo de prestigio, firmemente comprometido con los principios ecologistas, Josep Maria Pujol-Busquets pudo cumplir en 2001 el sueño que persiguió durante más de dos décadas junto a su esposa, Cristina Guillén Soldevilla, y sus hijos.

La historia de Alta Alella comenzó cuando el matrimonio adquirió Can Genis, una preciosa finca modernista localizada en el Parque Natural de la Serralada de Marina, entre los municipios de Tiana y Alella, a poco más de 20 minutos del centro de Barcelona.

Además de devolver a la casa principal su encanto original, la familia recuperó las viñas viejas de la finca y construyó una nueva bodega, moderna y ecológica, orientada a la producción de vinos y cavas de carácter auténtico, fieles a las variedades y al terruño y con vocación de pureza y transparencia.

La primeras variedades seleccionadas por el enólogo para emprender este proyecto fueron pansa blanca y mataró —tal como se conoce en Alella a las uvas xarel.lo y monastrell, respectivamente—; aunque hoy, en las 17 hectáreas de viñedo de la finca —y las casi 50 que controla Alta Alella en la D.O. Alella, las más pequeña de Cataluña— estas uvas conviven con muchas otras: chardonnay, syrah, viognier, cabernet sauvignon...

Las viñas de esta propiedad crecen en terrazas y laderas, a sólo dos kilómetros del mar Mediterráneo, y se cultivan según métodos de viticultura ecológica certificada. En años recientes, la familia ha ido aún más lejos en su apuesta por la ecología, inaugurando junto a las instalaciones de Alta Alella una nueva bodega, Celler de les Aus, consagrada a vinos y cavas “naturales”, que prescinden del empleo de anhídrido sulfuroso tanto en el viñedo como en los procesos de vinificación y embotellado.

Además además de cuidar rigurosamente la calidad de todas las referencias de su larga gama de productos, Alta Alella se ha consolidado también como una magnífica alternativa para el enoturismo, gracias a su proximidad con la ciudad de Barcelona y a un rico calendario de actividades para los visitantes, que se renueva mes a mes.

Can Ràfols dels Caus, finca milenaria en El Garraf
A tiro de piedra de la villa marinera de Sitges se eleva el macizo del Garraf, gran masa calcárea limitada por el sistema Prelitoral, la sierra del Ordal, los llanos del Penedès, del Litoral, del Garraf y el mar Mediterráneo.

A tiro de piedra de Sitges, en el corazón del macizo del Garraf —territorio de austera belleza, en los que aparecen aún restos de fósiles marinos, que recuerdan que hace unos 20 millones de años toda esta zona estaba cubierta por el mar— se asienta Can Ràfols dels Caus.

La finca tiene una historia milenaria. Los orígenes de la masía fortificada, que ha sido históricamente el epicentro de la actividad agrícola de la propiedad, datan del siglo XV. Sin embargo, en el mismo edificio existen elementos arquitectónicos que testimonian el origen romano de esta propiedad.

Can Ràfols pertenece a la familia Esteva desde 1939, cuando fue adquirida por Jacinto Esteva, abuelo de Carlos, el actual propietario, que en 1979 se hizo cargo de la propiedad, restaurándola e iniciando el proyecto de la actual bodega, recuperando viñedos, introduciendo nuevas variedades de uva y aportando una innovadora perspectiva respecto a la producción de vinos de calidad.

El inquieto carácter de Esteva, y su afán por experimentar con un amplio catálogo de variedades, le ha llevado a introducir en el Garraf algunas uvas que nunca se habían cultivado en el viñedo español, como las blancas chenin e incrocio manzoni.

Actualmente, en sus 90 hectáreas de viñedo estas uvas conviven con otras de origen autóctono, como las blancas xarel·lo y macabeo, o la tinta sumoll, junto a una larga selección de varietales foráneos: sauvignon blanc, merlot, pinot noir...

Además de este amplio catálogo de uvas y la larga tradición agrícola de la finca, lo que más llama la atención en Can Ràfols es su nueva bodega, excavada en la roca madre del Garraf, la dolomía, y cuyo proyecto, de líneas vanguardistas y gran complejidad, exigió más de una década para ser concluido, en el año 2016.   

El Regajal, vinos entre mariposas
Sita en Aranjuez, en el límite sur de la Comunidad de Madrid, El Regajal es seguramente una de las pocas fincas vinícolas del mundo que se localiza en una zona reconocida desde el siglo XIX por ser el habitat de una extraordinaria diversidad de mariposas: nada menos que 77, de las 225 especies catalogadas en la Península Ibérica.

Localizada a escasos 50 kilómetros de la capital de España y no más de cuatro del Palacio Real de Aranjuez y sus bellísimos jardines, Viñas de El Regajal cuenta con 400 hectáreas de terreno, 14 de las cuales están plantadas con tempranillo, cabernet sauvignon, syrah, merlot y petit verdot.

El proyecto de esta prestigiosa bodega madrileña nació en el 2001 por iniciativa del abogado Daniel García-Pita, que pronto contó también con el impulso de su hijo, Daniel García-Pita Ripollés.

En el área enológica, El Regajal contó en sus inicios con la asesoría del conocido consultor Ignacio de Miguel, aunque a partir de 2002 sumó a su equipo al francés Jerôme Bougnaud, que ha instaurado en el viñedo los principios biodinámicos, con el objetivo que respetar los ciclos naturales de la tierra y exprimir en los vinos el carácter más puro y auténtico del terroir.

El Regajal ofrece sus instalaciones para la realización de eventos y organiza visitas para quienes estén interesados en conocer la bodega y sus viñedos.

Valquejigoso, el sueño de un restaurador
Propietario de tres conocidos restaurantes del Madrid de los Austrias (Las Cuevas de Luis Candelas, La Posada de la Villa y La Taberna del Capitán Alatriste), Félix Colomo es un empresario ambicioso que se ha empecinado en poner en valor la producción vinícola madrileña. Y lo ha hecho involucrándose directamente en el quehacer bodeguero, iniciando en 1994 su propio proyecto en la localidad de Villamanta, situada al suroeste de la Comunidad.

25 años después, la iniciativa de Colomo tiene ya rasgos propios y bien consolidados: la bodega Valquejigoso, que cuenta con 83 parcelas de viñedo propio (repartidas en 47 hectáreas), dominado por variedades tintas: cabernet sauvignon, cabernet franc, merlot, petit verdot, syrah, tempranillo, garnacha, graciano y negral. En la parte central de la finca, no obstante, crecen también vides de uvas blancas —sauvignon blanc, viognier, albillo real y moscatel de grano menudo— con excelente resultado cualitativo.

En las 970 hectáreas de Dehesa Valquejigoso, estas viñas conviven con encinas, robles, alcornoques, en un entorno natural poblado por gamos, venados, jabalíes, conejos y demás fauna autóctona de la zona. En el centro de la propiedad, una moderna bodega equipada con la última tecnología permite al enólogo Aurelio García elaborar una gama de vinos de carácter rotundo y muy personal.

Valquejigoso solo admite visitas previa reserva, pero sin duda es una de las mejores alternativas para los amantes del vino que quieran descubrir el corazón de esta bebida, sin alejarse más de 45 kilómetros de la capital de España.

Cavas de paraje y uvas experimentales
En el amplio contexto  del crisol vitícola catalán —que se despliega en diez Denominaciones de Origen, el mayor número de la España peninsular—, Alta Alella y Can Ràfols dels Caus son dos bodegas muy diferenciadas. Ambas cuentan con un largo catálogo de vinos. La primera destaca por sus cavas —uno de ellos, Mirgin Exeo, tiene la más alma categoría: cava de Paraje Calificado—, así como los vinos que produce con las variedades autóctonas de Alella, la pansa blanca, pansa rosa y mataró. En sus vinos “naturales”, con el sello de Celler de les Aus, la bodega de Pujol-Busquets experimenta también con uvas interespecíficas, híbridas y resistentes a las enfermedades de la vid. Can Ràfols dels Caus también trabaja un amplio espectro varietal, elaborando uno de los mejores rosados de España (Gran Caus Rosat), blancos notables (La Calma, El Rocallís, Pairal) y también tintos excelentes.
 

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